
Hay que plantar cara a las cosas adversa. ¡¡nunca la razón! Tenemos que ser nosotros los dominadores y no las adversidades.
Me llamo María del Valle. Nací un 17 de julio de 1941 en Ecija, Sevilla. Vivía en Andalucía hasta los diecinueve años, cuando, junto con mi familia, emigre a Cataluña en septiembre del 1960, una tierra y una lengua completamente desconocidas para mí. Desde entonces he vivido en Tàrrega (Lleida) donde he construido mí vida y arraigado una familia.
Creo que una mujer maltratada jamás debe callar los malos trato por lo que dirá la sociedad. Yo nunca ocultaría a nadie que mi marido me maltrata. Tendría al corriente a todas las personas de mi alrededor. Con toda seguridad que les tendría informado de que clase de persona se esconde de bajo de su piel de cordero. Comenzando por la policía, los familiares y los amigos.
Pienso que hay que comunicarlo, desde el primer maltrato. Ni él ni la sociedad merecen el silencio. ¡Creo que hay que decirlo! principalmente hay que hacerlo por una mismas, por nuestra dignidad y por nuestra familia, porque el mal tratador no merece un trato cordial por parte de su víctima, ni de las personas más directa, los malos tratos se tienen que saber tanto el físico como el verbal, ya que desde la ignorancia poco se puede hacer.
¡Así que hay que denunciar!
La familia, los amigos y los vecinos pueden ser un buen eslabón para las personas maltratadas.
¡Sobre todo los vecinos por su proximidad!
Bueno después de una pausa de una noche y un día he vuelto para continuar con lo prometido y con lo que pueda recordar de mis vivencias. Aclarado este punto continúo con mi objetivo que trata de lo siguiente.
En esta última casa estaba a pensión completa y esto significa que tenias que dormir en este lugar, las tareas comensaban a las ocho de la mañana hasta las doce de la noche.
Yo estaba contratada para el servicio doméstico, recuerdo que éramos cinco mujeres y un hombre, su nombre era Curro, él hacía de cochero. Este era el medio de transporte de las personas adinerada de aquel tiempo. ¡Coche de caballo! Los coches de hoy no existían.
¡Algo increíble! ¿Verdad?
¡Doy por terminados estos recuerdos de mi juventud!