martes, 5 de junio de 2012

Tal día como hoy segunda parte

                                    
Las flores se convierten en representación del alma y del amor. Yo en representación de estos conceptos, os colmo de flores. 
Estoy segura que los años cincuenta y sesenta fueron los peores para mis padres, estas dos décadas se convirtieron en su peor enemiga. Agotados todos los recursos habidos y por haber en su tierra de origen, el mayor de mis hermanos, en el cincuenta y nueve emigró a Catalunya, siendo éste el que le abrió camino al segundo. En junio del sesenta, lo hizo mi padre y dos más de sus hijos y por ultimo el resto de la familia, que fuimos mi madre y yo. Siempre he oído decir que los comienzos son muy malos. Pero en esta ocasión la verdad es que no fue así. Nuestros comienzos, en Catalunya fueron buenos, mi padre, mis hermanos mayores y yo misma, pronto encontramos trabajo, los únicos que no trabajaban eran mi madre y mi hermano pequeño. Así que nuestro nivel de vida pronto comenzó a mejorar tanto en lo económico como en lo social, el trabajo nos permitia algún que otro capricho, cosas que en tu tierra de origen no te lo podías permitir. Pero por desgracia lo bueno dura poco y la buena racha, llegó a su final  dando paso a una amarga realidad. Y es entonce cuando Dios programa en el calendario el año, el mes, el día, la hora y el lugar. Lugar, la carretera, hora, sólo él lo sabe, mes, junio, día de la semana, lunes, día del mes cinco, el año sesenta y siete, una familia, familia Macías González.

La familia que superó su mala racha a trancas y barrancas. ¡Aunque lo peor aun estaba por llegar! Y aquel niño de pelo rubio y rizado, la noche del cuatro al cinco de junio del sesenta y siete la estrella de su destino, se cruzó en su camino y le apagó la luz terrenal.  Poniendo en sus ojos la luz  Celestial. Pues  aquel niño de pelo rubio y rizado, convertido en un chico alto y guapo entrara sin problema al país de  nunca jamás. El país del cual nadie vuelve y al que tanto miedo le tememos.


Creo que le tenemos miedo porque dejamos de ver a las personas que queremos. Si nuestros ojos viesen lo que ven los de ellos, nuestro temor, sería más llevadero.
El cinco de junio, pase el tiempo que pase nunca lo olvidaré. Entre agosto del cuarenta y cinco y junio del sesenta y siete hay veintidós años de diferencia. Estos fueron los años que vivimos ajenos a lo que ocurriría el cinco de junio del sesenta y siete. Entre las dos primeras fechas Dios te dio veintiún años, diez meses menos once días. Que poquito tiempo te dio la noche del cuatro al cinco del sesenta y siete. Esa noche llegada las cero horas, el reloj comenzó a consumir los últimos minutos de tu vida y todos los últimos de nuestra felicidad, la felicidad de tu familia y de la mía. Que poco se necesita, para que las personas pasemos de la felicidad a la infelicidad. Manolo estos  paisajes son de Sant Eloi, desde hoy son tuyos y de nuestros padres.


















No hay comentarios: