miércoles, 9 de mayo de 2012

Barcelona París primera parte






















Marc: la mayoría de los niños tienen actitudes curiosas y tú eres uno de ellos. Así que en este escrito intentaré explicarte parte del viaje  Barcelona - París. El más importante de mi vida. Recuerdo que un mes antes de tu nacimiento yo ya tenía mi billete preparado. Un billete  para el día veinte de marzo. Ya que tu nacimiento estaba previsto para final de mes. Pero a veces el hombre propone y Dios dispone y lo que en su momento yo propuse no salió bien, seguramente que tú fuistes el que decidió de nacer antes de lo previsto. Y esto hizo que yo te conociera un poco  más tarde de lo esperado. ¡Pero, como tú dices! La vida es la vida, hay lo que hay, todo llega, todo pasa y trece años después aquí me tienes para contar lo que mi memoria alcance. La historia comienza el sábado veinte de marzo. La mañana la dediqué a la organización de la casa, pues estaba previsto pasar cinco semanas fuera de la misma. Hecho esto fui a la peluquería, a la vuelta, comimos, recogimos todo y a las cuatro, más o menos, marchamos para Barcelona, acompañados por el tito José.
Una vez en la Capital Condal nos fuimos directamente a la estación de Francia pues de allí a las veintiuna horas salía el tren que me llevaría a París. Un vez que el tren estuvo en la vía correspondiente subimos las maleta después de una previa información de las azafatas. Nos informaron de la distribución del departamento ya que al viajar de noche los vagones del tren eran de departamentos compartidos, así que el viaje lo hice con tres personas más, las cuales todas éramos mujeres, pues si no se trataba de familia, hombres y mujeres no podían viajar juntos. Suerte que las tres viajeras iban ligeras de equipaje y yo por decisión de ellas ocupé la parte de las cuatro.
Una vez instalados los pasajeros, vino el revisor, recogió los billetes y nos dijo que por la mañana los devolvería y que más tarde vendría para montar las literas.

Entre el momento de la explicación y el de preparar las camas, las cuatro pasajeras nos mantuvimos en silencio total. Llegado el momento el revisor hizo su trabajo y las cuatro mujeres nos pusimos el pijama y nos metimos en la cama, digo nos pusimos en la cama porque dormir nada, de nada. La noche me pareció larga, que el tren corría a paso de tortuga y que mi destino, cada vez se alejaba más.
Así que la noche del veinte al veintiuno se me hizo interminable, aunque no tanto como la del dieciocho, al diecinueve. La noche que tu madre pasó en la clínica con dolor y sufrimiento. Lo mío eran nervios, nervios por las ganas que tenía de veros a los dos.


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