jueves, 14 de febrero de 2008

Excursión

Un grupo de compañeros, Paulino y yo fuimos, el veintisiete de enero, a una fiesta gastronómica que desde hace veintisiete años, se celebra en Valls, un pueblo de la provincia de Tarragona.

Yo no tenia conocimiento de esta fiesta, a pesar de estar tan cerca de este pueblo: ahora que la conozco, si Dios quiere, pienso repetir. La fiesta se denomina “calçotada”.

La fiesta gastronómica va unida al espectáculo y a un buen número de seguidores que, según la guía del autocar, sobrepasan los cuarenta mil y tanto el centro como los alrededores del pueblo quedan repletos de coches y autocares.

Los calçots son cebollinos tiernos cocidos al fuego de leña, aunque la cocción se tiene que hacer en la llama y no en la brasa. Cuando están a punto, se envuelven en papel y se colocan en una caja, para que conserven el calor. Sino, como hay que cocer tantos, a la hora de comer estarían fríos, perdiendo todo su encanto.
Tengo entendido que este producto tradicional es originario de la comarca de Valls, y que dos agricultores son los promotores de la materia prima de este rico manjar. A aunque parezca un trabajo fácil, su cultivo es bastante laborioso, según dicen los expertos.
Lo divertido de la fiesta es que si alguien no quiere ir de restaurante, puede adquirir un tiquet y pueden comer los calçots con su correspondiente carne, en plena calle. También hay grupos de personas que suelen concursar haciendo apuestas para ver quien es el que consume más calçots.

Otros hacen un concurso en el que preparan la salsa, que es el complemento básico de este producto: sin la salsa, los calçots no tendrían argumentos. Por cierto ¡los profesionales de este condimento nunca revelarían su secreto!


Otro de los atractivos de la fiesta son los espectáculos: hay comparsas musicales, pasacalles, gigantes y cabezudos, desfiladas de caballos, carros transportando el género gastronómico: ¡Calçots, butifarra negra, blanca, y costillas!

Los gigantes van presididos por una pareja. El hombre representa el calçot y la mujer la salsa, llevando el mortero en las manos.


Por supuesto también hay tenderetes de todo tipo, para aquellas personas que desean llevarse un recuerdo a casa. También hay una oficina de información para todas las personas que quieren conocer en la historia de los calçots y de todo lo que derive de este rico producto. Hasta se hace un agradable licor.


El próximo año repetiremos la visita si Dios quiere.

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