sábado, 1 de enero de 2011

San Manuel

Hola familia: hoy es uno de enero, año nuevo y San Manuel. El Santo de mi hermano Manolo. La pasada noche he tenido un encuentro con vosotros. Esta noche habéis entrado en mi sueño, cosa que hacía mucho tiempo que no sucedía. Seguramente habrá sido para que no me olvide de mi familia en estas fechas navideñas. Pero olvidarme de vosotros es muy difícil, por no decir imposible. Ya que siempre os tengo en el pensamiento y esto es lo que hace que vuestro rostro no se borre de la mente.
¡Al menos mientras disponga de mis cincos sentidos!

Quiero que sepáis que os veo tal como érais en el momento de vuestra partida y a cada uno os sitúo en un lugar diferente. A tí, Manolo, te veo en tres sitios, uno en la plaza del ayuntamiento hablando con varias personas en las que entre ellas estaba yo. ¡Esto fue un sábado por la tarde!
Y al día siguiente al ser domingo nos reunimos en un bar y aquí también estaban nuestros padres y cuatro de los cinco hermanos y algunos familiares más. Fue como si el destino hubiese preparado una reunión familiar preveyendo lo que estaba apunto de suceder.

Pues estábamos casi al completo y digo casi porque únicamente faltaba uno de los hermanos en este caso hermana. Parecía que estábamos celebrando los últimos minutos de tu vida. Terminada la reunión, yo me fui a mi lugar de trabajo, tú y el resto de la familia marchásteis para nuestra casa, tú cambiaste la ropa de domingo por la de trabajo, comistéis arroz con leche y te fuiste en busca de tu destino y a la mañana siguiente cuando te vi tu corazón latía pero tu cuerpo ya no tenía vida. Te puedo asegurar que contigo marchó parte de la vida de tu familia. ¡Sobre todo la de nuestros padres! Pues para ti el mundo oscureció y para tu familia el mundo perdió la luz.

Bueno como he dicho antes la pasada noche habéis aparecido en mi sueño, la verdad es que no me extraña ya que estamos en fecha de Navidad y estos días son fiestas de familia, de recuerdos, de sentimientos y de regalo. Pero inevitablemente también son fechas en las que en cada hogar faltan personas queridas y sus ausencias hacen inevitable la tristeza. ¡Al menos para mí! Yo hoy estoy melancólica y la melancolía me sitúa en el pasado y en ese pasado veo a mi madre preparando la cena de noche Buena, una cena que nada tiene que ver con la de ahora. Recuerdo a unos padres con cinco hijos, sentados alrededor de la mesa la noche del veinticuatro al veinticinco, cenando un potaje de judías blancas y un pollo criado en el corral de la casa. El vino, el champán y los turrones, no conocíamos ni su nombre. Eso sí con mucho esfuerzo y sacrificio no faltaban los pestiños. ¡El postre estrella de Navidad!

Recuerdo que la elaboración de este dulce ecijano había que hacerlo el veintiuno de diciembre y le llamaban el día de los pestiños. Que más bien se tendría que llamar la noche de los pestiños porque era un trabajo que se reservaba para después de la cena y tanto si queríamos o no queríamos colaborar no te quedaba otra ya que: ¡Era sí o sí! De momento me despido, espero tener otra oportunidad de comunicarme con vosotros. Pues me satisface mucho mandarles mensajes a mis seres queridos a través de mis pensamientos. Y el día que no pueda hacerlo no será por mi gusto, sará por mi mente y por mi estabilidad que ya ha llegado a su final.

Por que la vida no camina. ¡La vida vuela!

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